El otrora majestuoso óvalo, orgullo de los venezolanos -hípicos y no hípicos-, ha perdido gran parte de su esplendor afectado severamente por la gran desidia gubernamental.
Foto cortesía: Dimensión Hípica.
Por: Winston A. Hernández G.
A los amantes del hipismo en Venezuela nos causa profundo pesar ver cómo se ha deteriorado la actividad turfística en los últimos tiempos. Una prueba contundente de esta afirmación es el estado de abandono en el que se encuentra el hipódromo nacional La Rinconada. Nos duele, entre muchas otras cosas, ver cómo cientos de compatriotas que perdieron sus hogares por las fuertes lluvias caídas en el 2010 aún permanecen en las tribunas "A" y "C" del óvalo capitalino. Instalaciones que, desde luego, no fueron diseñadas para albegar personas y mucho menos en la gran cantidad que ha recibido desde la emergencia. Estos valientes seres humanos, nuestros hermanos, sobreviven día a día en condiciones infrahumanas, son víctimas permanentes del hampa debido a la creciente inseguridad en el hipódromo -que ha obligado a las autoridades a adelantar los horarios de las carreras para que los programas terminen a plena luz del día-, y aún siguen aferrados a la lejana esperanza de tener un techo propio.
A continuación, reproducimos parte de la columna "Código Policial" de Willmer Poleo Zerpa, publicada en el diario "Últimas Noticias" el pasado lunes 25 de febrero donde se hace un resumen de la terrible situación que se vive actualmente en el óvalo de Coche.
Potros asustados
Es impresionante la inseguridad que se vive muros adentro en el Hipódromo La Rinconada, pero más impresionante aún es la desidia oficial. Últimas Noticias y el diario Líder han denunciado hasta el cansancio los desmanes de las bandas delictivas que viven allí e incluso han publicado videos en los que se observa a los hampones deambular de un lado a otro con sus armas en las manos y ni aún así las autoridades hacen algo. Lo que se vive allí adentro es lo más similar a una cárcel venezolana, con sus pranes incluidos: una minoría impone el terror sobre una gran mayoría, los somete, los veja e impone sus reglas. Hay personas honestas que han optado, con el dolor de su alma, abandonar el refugio, aunque ello implique abandonar las esperanzas de que algún día el Gobierno les dé una casa; otros optan por marcharse los viernes y regresan el domingo en la noche, porque los fines de semana la cosa es peor. Se cometen violaciones, el consumo de drogas es a cielo abierto, ocurren tiroteos entre bandas, como en cualquier barrio; se han robado hasta los cables de las instalaciones para venderlos. Asaltan a los caballerizos, entrenadores y veterinarios. La cosa no es juego. Recién mataron a un joven allí y hace dos años mataron a otro. Esta semana unos polinacionales nos dijeron extraoficialmente que estaban asustados, porque los estaban cazando para quitarles las armas. En otras palabras, pues, el hampa le está sacando la lengua a las autoridades.
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